Si hay algo de lo que los heterosexuales se avergüenzan en la cama, con las mujeres, por contradictorio que parezca, es encontrar el punto G de los hombres y estimularlo. Y lo más sorprendente de todo es que es en la excitación de ese órgano, parecido a una almendrita en tamaño y forma, en lo que pueden encontrar la explosión de su máxima expresión orgásmica.
El punto G de los hombres tiene su origen en el descubrimiento casual que tuvo el urólogo alemán Ernst Gräfenberg (de la inicial de su apellido sale la "G" de su denominación) cuando estudiaba la uretra femenina. Fue un descubrimiento casual, como la viagra (y la dinamita de Alfred Nobel).
Los hechos de que se ligara el punto G con las mujeres y se encontrara a escasos cinco centímetros del ano, si no han pasado inadvertidos, han sido un tabú para ellos. Su localización y estimulación van ligadas a comportamientos homosexuales, lo que ha apartado a los hombres heterosexuales de su disfrute.
Superar el tabú como primer estímulo
Romper con el tabú del punto G de los hombres es el primer paso para llegar a su estimulación. Cuando una mujer se adentra en su localización y lo pretende excitar, la reacción del hombre suele ser de rechazo y vergüenza, por lo que aparta la mano de su pareja de ese "sitio" tan incómodo...
Y lo contradictorio de todo es que es mucho más fácil localizar el punto G masculino que el femenino. Este último se puede encontrar entre el clítoris, la uretra, la pared vaginal y la red de nervios, músculos y glándulas de todo el conjunto vaginal.
Lo primero que has de hacer, si quieres disfrutar y hacer que tu compañero disfrute de ese punto, sin que tu "avance" sea considerado como un atrevimiento o una osadía, es hablarle sobre este punto G y explicar que quieres "atacar" por ese lado.
Segundo paso: acercarse al punto con preliminares
Lo mejor, al abordar este tema, es, en paralelo, ir acariciando sus partes más erógenas y relacionadas con su innata virilidad masculina. Empieza a hablarle del tema como quien no quiere la cosa, al tiempo que le acaricias la mandíbula, desde la oreja izquierda hasta la derecha y pasando las yemas de los dedos por el borde.La mandíbula es una de las partes más viriles del hombre y estimularla refuerza su sensación de "macho".
El siguiente paso es hablarle con susurros por la oreja, mostrando la feminidad e intimidad con las que te vas acercando a él. Susúrrale, no le hables. Eso hará que se sienta más dominante.
Ahora, ve bajando tímidamente por su cuello. Y no te detengas mucho allí. Aun siendo otro de sus puntos erógenos, también se relaciona con las mujeres. Ya tiene "bastante" con el que le vas a estimular en breve.
Tu objetivo ahora son sus ingles. Baja hacia ellas besando toda su pared abdominal. Que adivine a dónde vas a ir. Eso hará que su "little Joe" despierte (si no lo ha hecho ya) y "te salude". Nuestro consejo es que no le hagas mucho caso o, cuando llegues a su perineo, le faltará muy poco para que se corra. Pasa de él y besa sus ingles. Has de excitar, antes de pasar al siguiente paso.
Punto crítico: el perineo
Esta zona es su área erógena exterior más sensible. Está situada entre la base de los testículos y su ano, territorio comanche (aún...). Notarás que, si le pasas la yema de los dedos por allí, reacciona al primer estímulo y, depende de como esté o no de "duro", en esos momentos, hasta sentirás palpitar, como si fuera un corazoncito; o endurecerse como una piedra, como respuesta a tu acción. Es delicioso.
Estás a punto de llegar al abordaje de su punto más crítico, donde empieza el muro de tabúes: el ano. Sé cauta y no te "metas" todavía dentro o todo tu trabajo se irá al traste y se escapará como un conejillo asustado.
Annus domini: El "ano" del señor
Humedécete sensualmente la yema de tus dedos delante de él, como si no quisieras ocultarle nada, y, aguantándole la mirada, con tus ojos llenos de deseo, vuelve a bajar los dedos hasta llegar directamente a su orificio anal. Está con toda probabilidad contraído como un búnker. Vamos a relajarlo, pero no vamos a entrar. Con la yema de tus dedos, acaríciale la piel de la entrada, suavemente. Es una piel muy sensible y te lo agradecerá.
Muchos sexólogos y médicos aconsejan enfundarse el dedo con un preservativo, por razones de higiene y protección. Y, por supuesto, usar lubricante. No vamos a contradecir sus teorías, pero opinamos que romper, con este tiempo muerto para ponerse el condón, acaba con el ritmo del momento y se puede ir todo al traste. Si es tu pareja, no hay peligro. Además, si lo habéis hablado, según los pasos que te hemos ido diciendo, él se habrá "preparado" para tan magno evento y no encontrarás ningún "amiguito" de color marrón cuando, por fin, entres.
Adelante: una vez que hayas excitado su pared anal exterior, entra en el muro. Sin prisa, pero sin pausa. Ya no hay marcha atrás. Verás cómo se abre fácilmente. No te costará nada entrar con el dedo hasta el nudillo, ya que, a estas alturas, lo tienes muy excitado. Usa su polla como termómetro, para sopesar su excitación e ir avanzando.
Punto G y orgasmo multiplicado
Ahora, articula el dedo que tienes dentro de él y ya estarás en su punto G. Lo estás tocando y acariciando, pero, ¡cuidado!, no te pases mucho o es posible que se corra como la Fontana de Trevi, si juegas mucho allí.
Sondéalo y nota cómo se endurece ese órgano de su cuerpo y cómo de dura está su almendra. Acaríciala, aun con el riesgo que acabe eyaculando. Luego, para. Continúa. Sigue jugando así, mientras quizás metes ya un segundo dedo (tres ya no son recomendables o perderás el rumbo del punto G) y notas que su próstata está a tope, vibrando como cuando te corres por el clítoris.
Ahora lo tienes en tus manos (nunca mejor dicho): puedes decidir dónde, cuándo y hasta cuánto hacerle correr. Tirará mucho más semen de lo que crees porque multiplicarás su orgasmo.
Que lo disfrutéis.