Aunque sabemos que el término revolución sexual se refiere a una liberación de las prácticas sexuales tradicionales que tuvo lugar entre las décadas de los sesenta y los ochenta, en pleno siglo XXI estamos viviendo una nueva revolución sexual gracias a internet. En las redes podemos encontrar todo tipo de información: desde cómo mejorar el sexo tradicional, lo que llamaríamos la base del sexo, hasta prácticas que tal vez ni nos habríamos planteado. Por eso, siguiendo nuestro objetivo de encontrar nuevas maneras de disfrutar del sexo, hoy queremos hablaros del trampling.
El trampling es una práctica sexual con siglos de historia. Su nombre viene del verbo inglés trample, que significa pisar fuerte. El trampling, por tanto, consiste en que una persona camine y pise el cuerpo de la otra. Se sabe que el origen de esta práctica era terapéutico, pues se utilizaba como una forma de relajación a través la realización de unos masajes que aprovechaban todo el peso del cuerpo. Sin embargo, con el tiempo, se descubrió que el acto de pisar era, además de relajante, excitante, lo que provocó que se incluyese dentro del mundo del erotismo con felices resultados.
Esta técnica sexual, como ya podéis imaginar, se incluye dentro del BDSM. El trampling supone una forma de dominación o de humillación, dependiendo del rol que ocupe cada uno (ama o sumiso), y lo más común es que sean ellas las que se suban encima de él (aunque ya sabemos que esto de los géneros solo es una convención). Además, la posibilidad de experimentar dolor físico durante su realización es real, y dependerá de la intensidad de las pisadas y del lugar sobre el que se camine. Por otro lado, el trampling también está considerado fetiche, ya que se relaciona con la excitación que determinadas personas sienten por los pies.
Pero, ¿cómo se hace esto del trampling? La idea es bastante simple, consiste en que una persona se tumbe (ya sea en el suelo, en un colchón, en una alfombra…) y la otra persona se suba sobre esta, caminando y pasando por diferentes partes del cuerpo que está a su disposición. Esta práctica puede realizarse de diferentes maneras, desde descalzo hasta con zapatos de tacón. También las zonas pisoteadas pueden alterar, pasando desde las piernas y las costillas hasta zonas más sensibles como el estómago o los genitales. Para los más atrevidos, el trampling se puede practicar en completo equilibrio (prescindiendo de cualquier tipo de apoyo) y llegar al extremo de que la persona que domina salte sobre el cuerpo de la otra. Eso sí, esta técnica se realiza sobre partes muy sensibles del cuerpo así que debe practicarse con mucho cuidado.
Para los que están empezando, lo mejor es hacerlo descalzos, centrando las pisadas en partes del cuerpo que estén protegidas por huesos (evitando, por supuesto, las articulaciones) y utilizando un elemento de apoyo para no dejar caer todo el peso sobre la otra persona. Si tras unas cuantas sesiones veis que esto es lo vuestro, podéis pasar a siguientes niveles. Pensad que los más arriesgados realizan el trampling con tacones de aguja (siempre vigilando no dañar los órganos, claro).
