En los últimos años nuestra vida amorosa y sexual ha cambiado radicalmente. Lo que ya se intuía entre los años 60 y 80 con la revolución sexual y el feminismo se ha convertido en una realidad. Hoy día, gracias a internet y las apps para conocer gente es más fácil que nunca mantener distintas preferencias sexuales, probar nuevos tipos de sexo e incluso atreverse a experimentar distintos tipos de relaciones sentimentales que se salen de la norma. Tenemos más información que nunca, lo que nos hace ser más conscientes de cómo amamos.
Por eso, lo que hace unos años parecían experiencias reservadas para los más atrevidos, se va haciendo cada vez más común. Realizar un intercambio de pareja es en la actualidad una fantasía recurrente tanto en hombres como en mujeres, ya sea a través de una relación abierta, de una relación poliamorosa o de una experiencia compartida por los dos miembros de la pareja. Sin embargo, aunque todos sabemos qué es ser swingers, pocos son los que se atreven a dar el paso. Esto se debe, en muchos casos, a miedos, a la vergüenza, al desconocimiento e incluso a la creencia de que un intercambio de pareja puede acabar con la relación, pero ¿y si fuese al contrario? ¿Y si un intercambio de parejas pudiese salvar una relación?
Antes de tener su primera experiencia swinger, una pareja tendrá que haber dialogado ampliamente sobre ello. Participar en un intercambio de parejas no es algo que se pueda hacer a la ligera, eso es lo realmente peligroso. Es normal que, antes de hacerlo por primera vez, las dos personas discutan sobre qué buscan de esa experiencia, hasta dónde están dispuestos a llegar, dónde y cómo querrán hacerlo e incluso hasta que establezcan unas reglas para que el resultado final sea positivo. Es con la práctica que la cuerda se irá soltando, haciendo que la pareja acceda a nuevos territorios que están relacionados con el placer, sí, pero también con una forma de amar distinta.
Y es que realizar un intercambio de parejas exige mucho a esas dos personas. Por un lado, demanda comunicación fluida, lo que se traduce en que cada miembro de la pareja se verá en necesidad de expresar sus sentimientos. Por otro lado, ser swingers obligará a dejar a un lado los celos, ya que se trata de que la pareja se abra a otras personas. Esto, en un primer paso, será meramente sexual, pero, quizás, con el tiempo pueda derivar en una nueva manera de entender los sentimientos menos tóxica, más abierta y menos posesiva, lo que supone dar carpetazo a ese cúmulo de problemas que son las infidelidades. Practicar un intercambio de parejas puede ayudar a una pareja a dejar a un lado todas esas cadenas que la sociedad impone sobre el amor, permitiendo alcanzar un nuevo estado que combina el placer con apartar los sentimientos negativos y focalizar los positivos, aquello que nos hace amar a una persona más allá del sexo.
En definitiva, un intercambio de parejas, en cierto modo, obliga a que la pareja se replantee su relación, aportando una manera de entender el sexo y el amor que se centra en el diálogo, en la confianza, en unos sentimientos que dejan al otro libre, en buscar aquello que hace que esas dos personas quieran estar juntas.
