Si hay una postura favorita para el sexo en todo el mundo, esa es la postura del misionero. Con la mujer tendida boca arriba y el hombre sobre ella, es la postura sexual por antonomasia, la más practicada y con la que más parejas se sienten a gusto. Pero esto no significa aburrimiento: la postura del misionero cuenta con muchas variables gracias a las cuales podrías disfrutar de una noche loca sin salirte de los cánones habituales.
La postura del misionero estimula más al sexo del hombre que al de la mujer, porque aunque ella siente la penetración y la inclinación del pene dentro de su vagina, hay partes de su zona sexual que no se estimulan, como es el clítoris. Eso sí, esta postura permite la compenetración de los cuerpos, lo que permite llegar al culmen del placer.
Esta es la postura favorita de los enamorados que quieren sentir el cuerpo del otro. También es la favorita de los principiantes, que no quieren fracasar en el intento, y para los que quieren disfrutar del sexo sin hacer grandes malabarismos y sin cansarse demasiado.
Permite al hombre marcar el ritmo del coito. Lento o rápido, metiendo solo la punta del pene o bien gozando de una penetración profunda. La mujer solo puede hacer variar el ritmo que él quiera imponer moviendo sus caderas arriba y abajo, pero como el hombre está sobre ella, tampoco tiene mucho margen de maniobra.
No se sabe a ciencia cierta de dónde proviene el nombre, pero cabe pensar en los misioneros que acudieron a zonas pobladas por indígenas para evangelizar. De ellos también dependía, en la mayoría de las ocasiones, la educación de aquellas personas, incluyendo por supuesto la sexual: el sexo era entendido solo y únicamente como medio para la procreación y los hombres debían tener una posición de superioridad respecto a las mujeres.
Pero los historiadores tumban esta teoría explicando que esta postura recibió este nombre en la década de los 50, probablemente por errores producidos en la interpretación y transcripción de los textos históricos.
La postura del misionero en la historia
Esta postura ha tenido muchos nombres en la historia. Al ser la más simple, también se ha conocido como la postura matrimonial, la inglesa americana, la de papá y mamá, o incluso, la de superioridad masculina. Nada más lejos de la realidad esto último, porque la mujer, al estimularse más por el contacto y los besos, disfruta muchísimo de la postura del misionero.
La postura del misionero también ha recibido el nombre de la del armadillo, puesto que estos bichitos también practican sexo de esta manera.
Como curiosidad, si viajas al estado de Florida, has de saber que es la única permitida. Si te pillan follando en otra, estás jodido. Esta es una consecuencia de leyes estrafalarias que hace mucho tiempo que deberían haberse derogado, pero que por vagancia o por falta de tiempo, siguen vigentes en muchos países del mundo, tanto desarrollados como no. Eso sí, es muy raro que se aplique, porque ¿quién va a denunciarte?
Las investigaciones y los historiadores aseguran que esta es la postura que utilizaban nuestros antepasados, de ahí que en Florida sea la única permitida. Con una iglesia que le tenía miedo al placer del sexo, y este solo se podía producir en el matrimonio; con mujeres que percibían el acto sexual como un castigo y que solo servía para dar disfrute al hombre y para concebir hijos, no nos extraña. Hay estudios que afirman que esta es la postura que se utilizó en la antigüedad, aunque tampoco hay que descartar que los primeros hombres seguramente practicaban el sexo al estilo perro por imitación de otros mamíferos.
Hoy en día, con mujeres y hombres desarrollando cada vez más curiosidad por el sexo y su disfrute, la postura del misionero ha perdido usuarios frente a otras más estimulantes. Pero no hemos de olvidar los estudios de Alfred Kinsey de hace unos 50 años: un 9 % de las mujeres admitían que era la única postura que practicaban, y un 90 % la que más utilizaban en sus noches de placer.
Los hombres también prefieren esta postura, pero también les encanta practicar sexo en la postura del perrito (con la mujer a cuatro patas, haciendo la penetración desde atrás) o la de la vaquera (el hombre tumbado boca arriba, y la mujer le monta con el pene metido en su vagina).
Hay que tener en cuenta que la postura del misionero no es válida solo para el coito tradicional hombre mujer, en el que pene se introduce en la vagina. También se puede utilizar para practicar sexo anal y el intercrural (sexo sin penetración que consiste en frotar el pene contra el clítoris o contra otro pene). Sin duda, una postura que favorece el goce de los participantes en la sesión de sexo.
¿Cómo se puede reinventar la postura del misionero?
A pesar de que la mujer, como hemos explicado, tiene poca capacidad de movimiento en la postura del misionero, hay algunas prácticas que pueden mejorar el goce:
- Bascular la pelvis hacia los genitales de tu chico, al ritmo que él realiza la penetración.
- Que la mujer flexione sus rodillas y las presione sobre el pecho de su pareja, así el pene rozará el clítoris en cada penetración.