La cultura popular, en especial la literatura y el cine, ha tratado a lo largo de los siglos un tema que no deja, aún hoy en día, de ser un tabú en lo que a sexualidad se refiere. Existe toda una tradición erótica de textos que hablan de la dominación como una práctica excitante en las fantasías tanto de hombres y mujeres. Y, aunque siempre se ha entendido que en esta forma de practicar sexo los roles de género están muy definidos (la mujer sumisa y el hombre dominante), lo cierto es que la realidad es bien diferente.
En la actualidad hablamos de sexualidad con mucha más facilidad que hace unas décadas, se han realizado distintas investigaciones en los campos del erotismo y el sexo, hemos vivido una liberación sexual en la que cada vez entendemos y aceptamos mejor todo aquello que se sale de la norma… En definitiva, las reglas del juego han cambiado. Por eso, es fácil encontrar en internet a hombres que hablan de sus fantasías más recurrentes, entre las que se encuentra ser dominados por una mujer. Así lo demuestra también un estudio de la Universidad de Kansas, en el que se expone que los hombres se sienten más excitados ante escenarios de sumisión que de dominación y que, además, su nivel de excitación ante la dominación es superior al de las mujeres. Por eso, los hombres que tienen estas fantasías deciden llevarlas a cabo con lo que se conoce como dominatrix, que pueden ser tanto profesionales como un rol que interprete la pareja.
Pero ¿qué es una dominatrix?
Una dominatrix es una mujer que, como la etimología de la palabra indica, domina al hombre en un contexto sexual que está enmarcado dentro de las prácticas pertenecientes al BDSM. Contra lo que se pueda pensar, no se puede establecer un perfil concreto de qué hombres son los que disfrutan o fantasean con estas prácticas, y eso es debido a que estas mujeres, que actúan como maestras o, con más frecuencia, como amas de esos hombres que se ponen a su disposición, no ejercen siempre el mismo tipo de dominación.
¿Qué puede hacer una dominatrix?
Para empezar, se hace una división básica entre la dominación física y la que se centra solo en el aspecto psicológico de la práctica. Durante estas sesiones la dominatrix puede satisfacer tanto sus propios deseos como los de hombres que disfrutan con la humillación tanto verbal como física. Y es que una dominatrix puede, en un plano mental, negar el contacto físico, insultar al sumiso, narrar experiencias ficticias o dar órdenes. Pasando al plano físico, las dominatrix cumplen deseos fetichistas entre los que se encuentran dar azotes, escupir, atar, pisotear, golpear, usar cera caliente, utilizar juguetes sexuales que a priori no están pensados para prácticas con hombres o incluso realizar prácticas más extremas como puedan ser lluvias doradas.
Eso sí, tanto si se opta por una profesional como si se quiere probar esta experiencia en pareja, lo primero que se debe tener en cuenta es que la comunicación debe ser fluida (lo ideal es dejar todo hablado antes de empezar). En este sentido, lo normal es tener una palabra de seguridad por si durante la práctica el placer acaba convirtiéndose en dolor. También es recomendable, especialmente si se hace en pareja, hablar de la experiencia una vez se ha terminado con la idea de poner en común lo sucedido y ver qué ha gustado y qué no, así como si en futuras ocasiones se quiere ir más allá ya que lo recomendable es empezar poco a poco e ir profundizando en la práctica según respondan cuerpo y mente.