Hacer el amor, tener sexo… para algunos es lo mismo, para otros, no. Se suele confundir amor y sexo, cuando está claro que no son la misma cosa. El primero incluye al segundo. Por otra parte, el amor tiene en cuenta al otro, mientras que, en el sexo, únicamente importa el propio placer. En este artículo, más información sobre las diferencias entre el sentimiento intenso y la condición o necesidad orgánica sexual.
Si bien no existe una definición apropiada del amor, que identifique a todos y cada uno de los que dicen sentirlo, el amor es una emoción. La misma puede manifestarse de muchas múltiples maneras: desde un beso o algunas caricias a gestos de entrega, como la abstinencia sexual (si el partenaire atraviesa un problema físico o está de viaje, por ejemplo). Hay sentimientos de romance involucrados que pueden (o no) incluir una atracción sexual (muchas parejas, con el paso de los años, dejan decaer el apetito sexual sin que, por ello, afloje el vínculo amoroso). El amor supone cierta incondicionalidad, mientras que el sexo es parcial y posible.
Hablemos ahora de sexo. Es un evento o acto físico. Que se entienda: meramente biológico. Los hombres tienen sexo, así como también las plantas y los animales. El sexo es posible, desde la cuna a la tumba. Es una necesidad o demanda orgánica que requiere su plena satisfacción (el deseo sexual anhela el contacto físico, indeclinablemente); es una auténtica liberación. De hecho, quien permanece en abstinencia (un estado contra natura) suele padecer de determinadas patologías psíquicas y/o corporales. Por otro lado, destacar que puede incluir a otro (u otros) e, igualmente, incluso en épocas contemporáneas de la vida, practicarse en solitario (masturbación), a diferencia del amor, que siempre involucra a dos personas.
¿Por qué el amor va más allá del sexo?
Simple y sencillamente, porque el amor de pareja, en este caso, incluye al sexo. O sea, es más amplio; abarca muchas otras alternativas que no tienen que ver únicamente con lo que ocurre en una cama. Por ejemplo, el amor supone una renuncia, indefectiblemente. Porque, en una relación de a dos, siempre se ceden cosas. Es claro: tener en cuenta al otro implica, necesariamente, de una u otra manera, que no prime siempre el deseo propio y, menos aún, el egoísmo.
¿Qué significa? En una unión sentimental se comparten situaciones y se enfrentan ciertas circunstancias, en conjunto: una crisis económica, una enfermedad física o mental, los avatares que impone la rutina de la vida doméstica y la adolescencia de los hijos, entre otras tantas realidades.
El sexo, en cambio, admite un narcisismo o individualismo propio de la esencia del acto físico que supone. ¿Por qué? En el campo de las relaciones sexuales, el placer propio es sinónimo de egoísmo: para pasarlo de maravilla es preciso (indispensable, podría decirse) pensar en uno mismo y no siempre en la otra persona. El amor es capaz de resignar placer con el objetivo de que el otro llegue, en tiempo y forma, a sus orgasmos y clímax sexuales.
El amor exige esfuerzos, pero merece la pena
La rutina diaria de una pareja que lleva conviviendo dos, cinco o diez años, por más amor que se tenga, es agotadora en cierto modo. Pagar las cuentas, la cuota de la hipoteca, la tarjeta de crédito, el colegio de los niños… Cuidar a los hijos, a los padres mayores, a los familiares enfermos y hasta a las mascotas… Procurar que el futuro sea mejor para la familia, que no falte el trabajo, que sea posible cambiar la vivienda y ampliar la pantalla del LCD… Todo esto es ciento por ciento estresante e, incluso, aunque dos personas se amen profunda y honestamente, va junto con las dos personas a la cama. ¿Qué quiere decir? Que el sexo de una pareja estable, verdaderamente, requiere de mayor creatividad, entusiasmo y energía que el sexo sin amor o sin compromiso, que solo se vincula al apetito sexual y al deseo de satisfacerlo a la mayor brevedad, en el menor tiempo posible. Eso es evidente, lo que no quita que el amor merezca el esfuerzo.
Para gozar del sexo dentro del matrimonio o de una relación amorosa estable y seria, hay que darle al acto sexual la importancia que merece. Hay que dedicarle tiempo durante la semana. Parece sencillo, pero es sumamente justo y necesario. El sexo es una actividad más dentro de la rutina de la pareja. Suena mal, pero así es. Si no hay espacio para el sexo, la relación de pareja, tarde o temprano, se malogrará.
Además, hay que ser creativo en extremo. Las relaciones sexuales se tornan cada vez más esporádicas (por diferentes motivos) y, por ello, cuando se producen, hay que procurar sumarles originalidad y novedad, de modo que no se vuelvan rutinarias y un "más de lo mismo". Es un desafío cotidiano, pero realmente merece la pena.
Entonces, ¿amor es mejor que sexo?
Nada de eso, de ninguna manera. Aunque muchos mortales consideran que el amor es superior (lo llaman “un sentimiento supremo”), ninguno de los dos actos es mejor o peor que el otro. Todo depende de lo que cada uno desee y de los sentimientos que le unan a otra persona.
De todos modos, no se trata de optar por uno u otro: la pasión y el sentimiento pueden ir de la mano, no hay dudas. Hay que decir que la ventaja de sentir amor, al que además se sume el deseo sexual (la atracción típica entre dos amantes), es que se pueden dejar de lado las diferencias entre amor y sexo y disfrutar de ambos sin prejuicios, hasta el día de la muerte.
Porque hay que decirlo: el amor no es lo contrario al sexo. Son el mejor complemento uno del otro. Se puede disfrutar de ambos durante toda la vida. Y eso es lo mejor que una pareja puede ambicionar: amarse sinceramente y, además, como frutilla de la torta, tener buen sexo (esto es, espontáneo). Indudablemente, es el combo perfecto; podría decirse, la clave de la felicidad.